Antonio Plaza (1833-1882) fue un poeta mexicano que estuvo presente durante la Guerra de Reforma en el país mexicano, en la que participó hasta que perdió completamente uno de sus pies a consecuencia de la explosión de una bala de cañón.
Cargado de recuerdos, reflexiones, amarguras y tristezas durante la vida como soldado y en lo personal, se dedicó a publicar sus poemas llenos de frustración y desánimo constante. Prueba de ello es el siguiente poema influenciado también por el desamor.
Flor de un día
Yo di un eterno adiós a los placeres
cuando la pena doblegó mi frente,
y me soñé mujer, indiferente
al estúpido amor de las mujeres.
En mi orgullo insensato yo creía
que estaba el mundo para mí desierto,
y que en lugar de corazón tenía
una insensible lápida de muerto.
Mas despertaste tú mis ilusiones
con embusteras frases de cariño,
y dejaron su tumba las pasiones,
y te entregué mi corazón de niño.
No extraño que quisieras provocarme,
ni extraño que lograras encenderme;
porque fuiste capaz de sospecharme,
pero no eres capaz de comprenderme.
¿Me encendiste en amor con tus encantos,
porque nací con alma de coplero,
y buscaste el incienso de mis cantos?…
¿me crees, por ventura, pebetero?
No esperes ya que tu piedad implore,
volviendo con mi amor a importunarte;
aunque rendido el corazón te adore,
el orgullo me ordena abandonarte.
Yo seguiré con mi penar impío,
mientras que gozas envidiable calma;
tú me dejas la duda y el vacío,
y yo, en cambio, mujer, te dejo el alma.
Porque eterno será mi amor profundo,
que en ti pienso constante y desgraciado,
como piensa en la vida el moribundo,
como piensa en la gloria el condenado.
Antonio Plaza (1833-1882)
Imagen destacada: «Retrato del Doctor Gachet» (1890) de Vincent Van Gogh