Horacio Quiroga (1879-1937) es considerado el mejor cuentista latinoamericano, y sin duda uno de los más grandes narradores en lengua hispana. En su vida sufrió de la tragedia de la pérdida familiar, envuelta en asesinatos -mató a un amigo por disparo de escopeta por error-, y suicidios, lo que lo llevó a reflejar su pensamiento y su dolencia en Cuentos de amor, locura y muerte (1917). Antagónico a ello, brotó en su ser la belleza misma de la vida en su famosa obra Cuentos de la Selva, destacando también la imperiosa necesidad de incluir la muerte también en estos relatos.
En 1927 se publicó en la revista El Hogar (Buenos Aires), un decálogo donde se ha manifestado su enseñanza a los escritores noveles de la época de como ser un cuentista ideal. En su primer principio coloca a otros cuatros grandes cuentistas (de los que en otra ocasión se hará mención individual). Él podría ser incluido entre los cinco grandes cuentistas de todos los tiempos.
Decálogo del perfecto cuentista (1927)
I
Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.
II
Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
III
Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia
IV
Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
V
No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
VI
Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: «Desde el río soplaba el viento frío», no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.
VII
No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
VIII
Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
IX
No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino
X
No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.
Uno de los grandes Quiroga, saludos!
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